HISTORIAS DE LA CIUDAD SECRETA – La última copa

Para ser político hay que tener espíritu de sacrificio. No cualquiera está dispuesto a caminar por encima de sus principios.
-Eso de la recorrida casa por casa para pedir el voto es cosa vieja -dijo el Colo mientras doblaba cuidadosamente un volante de Becchio. -De todas maneras no todos lo hacen, don Colo -dijo un gallego de cejas tupidas y barba de dos días.
– Es cierto. ¿Y qué es lo peor que hay para recorrer los barrios? Vayan a cualquier doctor y pregunten qué es lo peor que hay. ¡El pie plano es lo peor que hay! -el Colo golpeó el mostrador con la palma de la mano y se sacó la alpargata para mostrar la planta del pie.
– Oiga, póngase la bigotuda que este es un negocio serio, además usted no tiene pie plano -dijo el bolichero.
– El pie plano es lo peor porque te trae problemas de columna y te vence el arco. Te queda el arco más vencido que el arco de Colón. -dijo el Colo mirando a traves del vaso de cerveza.
-¿Y eso se cura? -preguntó preocupado el petiso Barbero.
– Si se cura -dijo el gallego- te parás arriba de una bocha y se cura.
– No. -dijo el Colo- El doctor Mignaco tenía otra técnica. Había traído en uno de sus viajes a la cordillera unos huevos de piedra. Huevos de condor fosilizados. Te hacía parar una hora arriba de los huevos todos los días del año.
– ¡Un año parado arriba de los huevos, eso no es vida! -dijo silbando el bolichero.
– Un año parado encima de los huevos y chau pie plano.
– Y pensar que hay gente que piensa que es fácil dedicarse a la política. -dijo el petiso Barbero mirando los pies del Colo.
– Mignaco me curó, un año parado encima de los huevos -dijo el Colo.
– Y chau pie plano -dijo el gallego.
– Chau todo -dijo el Colo mientras vaciaba el vaso.