HISTORIAS DE LA CIUDAD SECRETA – Amigos en época de elecciones

En política no se puede confiar demasiado en nadie. Hasta los sentimientos pueden ser moneda de cambio.
-El drama de los políticos es que durante la campaña electoral se llenan de amigos y después de las votaciones se quedan sin nadie. -dijo el Colo mirando un cartel de la Intendenta que sonreía desde la esquina del boliche de avenida Córdoba.
-Debe ser la soledad del poder que le dicen -dijo un petiso que se calentaba con un mate cosido.
-Un muchacho entusiasta que llegó de Santa Fe, había abierto en la ciudad un negocio original: una empresa que proveía amigos.
– ¿Una proveeduría de amigos, don Colo? -se interesó el bolichero.
– El slogan publicitario era: “tenga un amigo desinteresado y páguelo en cuotas”, hasta había un catálogo donde se ofrecía todo tipo de amigos -dijo el Colo- Amigos silenciosos, complacientes, efusivos, divertidos, en fin…
-Ideal para políticos macaneadores -intervino un gordo de traje y corbata desde el fondo del salón.
-Para el Intendente el servicio era más caro, porque incluía una corte de adulones que lo acompañaban a todas partes, se reían de sus chistes, aplaudían sus ocurrencias y festejaban cualquiera de sus pensamientos, hasta se sospechaba que algunos funcionarios del gabinete pertenecían a la empresa. Hasta había un “corneta” que abría la puerta de los boliches y asomando la cabeza decía: ¡Ahí viene el Intendente!
-No está mal -dijo el bolichero mirando hacia la puerta.
– El único problema es que el servicio terminaba cuando se terminaba la guita. Vencido el plazo estipulado, los contratados daban media vuelta y se iban sin saludar -dijo el Colo señalando a todos con un grisín.
-Negocios son negocios -dijo el dueño del boliche- ¿Y qué pasó con la proveeduría, don Colo?
– Sigue funcionando -dijo el Colo bajando la voz- Ojo, no levante la voz, que puede haber alguno que pertenezca a la empresa.
– ¡Preparen la caña con ruda que llega la Intendenta! -gritó de pronto uno abriendo de golpe la puerta del boliche.