Una tormenta perfecta

¿Cuántos antecedentes hay acerca de una conferencia de prensa en la que no se contesta ninguna pregunta?

Macri lo hizo.

Le preguntaron por la crisis financiera y respondió que vamos a tener unos meses en los que hay que madurar, pero que supieron levantar las velas para mantener el rumbo. ¿O sea que salieron a mar abierto con las velas bajas cuando todos los pronósticos advirtieron que iban derecho al ojo del huracán, y salido de éste resuelven ir directo al próximo?

Le preguntaron si tiene pensada alguna medida concreta para bajar la inflación y respondió que están abocados a ponerle un límite.

Le preguntaron cuánto piensa que deberían aumentar las tarifas a fin de año, para que no vuelvan a impactar en el salario ya deteriorado de los trabajadores, y respondió que eso debieran contestarlo desde “Economía y Finanzas”.

Le preguntaron por el efecto local de la guerra comercial junto con la incertidumbre en Brasil y respondió, cual si fuese el líder de una potencia mundial, que “generé un ámbito de diálogo para que esas tensiones encuentren una solución”.

Le preguntaron si cumplirá con el Fondo Monetario en frenar la reducción de las retenciones y respondió que las retenciones no le parecen un impuesto inteligente. La pregunta no era sobre lo que piensa conceptualmente, sino acerca de lo que piensa hacer más allá de si le gusta o no.

Le preguntaron si es posible una reducción en el impuesto a las Ganancias y respondió que habrá un nivel de responsabilidad inédito en gobernadores y parlamentarios de la oposición, como forma de diálogo que “es parte del cambio para generar otro futuro”.

Le preguntaron si era cierta la afirmación de la diputada Carrió en cuanto a que habilitó el debate sobre el aborto porque pensó que ganaría el no, y respondió que los problemas deben analizarse porque para eso elegimos el cambio, que el cambio ya está y que hay un boom turístico en Bariloche.

Le preguntaron por los aportantes truchos y respondió que hay que buscar más transparencia.

Los medios oficialistas informaron que para esto, para (no) responder nada de nada, Macri recibió un durísimo entrenamiento de Marcos Peña y Rogelio Frigerio.

Una primera observación sería que el Presidente debe cambiar los coaching o los mentoring, o bien todo lo contrario: que debe ratificarlos porque el objetivo es justamente insistir en hablar con fraseología de escuela primaria, remarcar el nombre de pila de cada periodista en el comienzo de sus respuestas, adaptar cada contestación al discurso generalista preestablecido y confiar en que, al no haber repregunta, todo pasa así como así porque lo que sirvió en campaña tiene posibilidades de reeditarse.

Desde ya, el primer y pequeño problema de esa táctica es que el Gobierno ya tiene pasado y un presente de los peores.

El segundo inconveniente es que concibieron esta rueda de prensa, anunciada con antelación inédita, para contribuir a la confianza en un momento dramático. Generaron entonces una expectativa proporcional, estimulada por la noticia de que Macri se preparó como para ingresar al cuerpo de marines.

Salen de la apuesta con una catarata de burlas que inunda las redes y con la certeza extendida de que no tienen más nada para decir. ¿Así terminan los grandes cuadros del Pro?

Con tasas de interés aterradoras que impiden siquiera asomarse a la perspectiva de algún resucite productivo; con la evidencia de que no hay otro programa que no sea el monitoreado por el Fondo; con la reducción del gasto público como única respuesta enamorante frente a un panorama recesivo citado por ellos mismos y por sus voceros mediáticos, Macri acaba de ratificar que la sola respuesta es no poder responder nada.

Simplemente, repite “tormenta” una vez, dos, cuatro. Se le terminaron las palabras de su ya reducido vocabulario. A él y a sus cuadrazos.

¿Cuál es la lógica de salir al ruedo con este grado de exposición paupérrima, que no hace más que agravar la pérdida de esperanzas? ¿Pensar que todavía gana adeptos un discurso de pastor evangélico? ¿Suponer que esa estratagema allega confiabilidad de los mercados?

¿O acaso no hubo más lógica que entender a decir algo, sin decir ni mu, como mejor que permanecer callado?

Cualquiera fuere la respuesta, es una tormenta perfecta.